martes, 27 de septiembre de 2016

La crisis de las democracias liberales

Como ya dijimos, la Revolución Rusa tuvo un gran impacto en todo el mundo. Despertó simpatías en la mayoría de los trabajadores europeos y en muchos latinoamericanos, como en los mexicanos. También en algunos sectores de la clase media que comenzaron a afiliarse a los Partidos Socialistas y a los recién creados Partidos Comunistas. Por el contrario, entre los grandes propietarios rurales, los industriales y los militares, se agudizó el temor a que se produjeran revoluciones sociales similares a la rusa. La conflictividad social se profundizó, además, por la crisis económica que se desencadenó luego de la Primera Guerra Mundial: falta de trabajo para los hombres que volvían de la guerra, escasez de alimentos, aumento de precios... Eran frecuentes y masivas las manifestaciones y huelgas en reclamo de mejores condiciones de vida y de trabajo. Este clima de polarización política y alta conflictividad y el desprestigio de los gobiernos por no haber podido evitar la guerra, favoreció el surgimiento de ideologías dictatoriales como el fascismo y el nazismo, que pusieron fin a las democracias liberales.
El fascismo italiano 
A comienzos del siglo XX, Italia era un país con una situación económica y social despareja: mientras que en el norte se había logrado un importante desarrollo industrial, en el sur, la actividad principal seguía siendo la agricultura. Su forma de gobierno era una monarquía parlamentaria. En 1915, Italia entró en la Primera Guerra Mundial pero como aliada de la Triple Entente a pesar de ser uno de los países firmantes de la Triple Alianza. Su cambio de bando estuvo muy influenciado por las promesas de territorios que le habían hecho los países aliados. Sin embargo, los tratados de paz no le concedieron al gobierno italiano lo que pretendía. A partir de ese momento, los sectores nacionalistas disconformes, comenzaron a hablar de la “victoria mutilada”.
El ascenso del fascismo: la “Marcha sobre Roma” y la llegada de Mussolini al gobierno 
Durante la guerra y luego de ella, el costo de la vida en Italia había subido más rápidamente que los salarios y en consecuencia, el nivel de vida de la clase trabajadora había empeorado. Para recuperarse de esas pérdidas, las organizaciones obreras protagonizaron, durante el año 1919, más de 1.800 huelgas, un gran número de fábricas fueron ocupadas y muchas de ellas pasaron a ser administradas por los trabajadores. Algo similar ocurría en el campo. El hambre hizo que los jornaleros se apropiaran de las tierras de los grandes propietarios.

“Una buena parte de la clase media vio con recelo cómo campesinos y obreros utilizaban su fuerza para conseguir mejoras salariales que ellos eran incapaces de alcanzar. Poco a poco, la subida de los precios condujo a legiones de funcionarios, profesionales y rentistas a situaciones de miseria. El avance de las fuerzas obreras y la actitud y los discursos de políticos del Partido Socialista hicieron pensar a mucha gente que la revolución era inminente. Además, la oposición de los socialistas a la guerra y su clara actitud antimilitarista provocaron aun gran resentimiento en el seno del ejército, tanto entre oficiales en activo como entre los que lo habían sido durante la guerra. La incapacidad de los partidos gobernantes (liberales, moderados radicales) para contrarrestar a los socialistas y garantizar gabinetes estables y eficientes hizo que la burguesía industrial, los grandes propietarios agrícolas, las clases medias, los funcionarios, el ejército y la misma Corona comenzasen a pensar que cualquier solución que permitiera restablecer el orden era preferible al ascenso imparable de las fuerzas obreras socialistas. Sólo teniendo en cuenta este clima de consentimiento podemos entender la facilidad con que el Partido Fascista y Mussolini consiguieron el poder.”
García, Margarita y Gastell, Cristina, "Actual. Historia del Mundo Contemporáneo" - Barcelona, Editorial Vicens Vives, 2000, p. 175. 

En este clima de agitación política y social surgió, en 1919, un nuevo grupo nacionalista, los fascio de combate. Se distinguía por ser un grupo organizado militarmente, con uniforme (camisas negras) y un saludo (el de los emperadores romanos). Uno de sus líderes era Benito Mussolini, un ex-maestro de escuela, que proponía restaurar el orden en el país, eliminar el comunismo y recuperar el prestigio de la nación italiana en el exterior. En noviembre de 1921, Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista, que muy pronto tuvo 700.000 afiliados. Su próximo paso fue hacerse cargo del gobierno. Con esa intención organizó, en 1922, la "marcha sobre Roma”: los fascistas se encaminaron a la capital, ocuparon edificios públicos y centros de comunicación para presionar al rey, Victor Manuel III. Pretendían que Mussolini fuera nombrado primer ministro. Tuvieron éxito.

“Además de combatir al socialismo, el fascismo ataca a todo el conjunto de las ideologías democráticas, y las rechaza tanto desde el punto de vista de sus premisas teóricas como de sus aplicaciones e instrumentaciones prácticas. El fascismo niega que el número por el simple hecho de ser número, pueda dirigir las sociedades humanas; niega que este número pueda gobernar mediante una consulta periódica; afirma la desigualdad irremediable, fecunda y beneficiosa de los hombres, que no se puede nivelar mediante un hecho mecánico y extrínseco como es el sufragio universal. Se pueden definir como regímenes democráticos aquellos en los que, de tanto en cuando, se da al pueblo la ilusión de ser soberano, pero la verdadera y efectiva soberanía reside en otras fuerzas [...]” 
Mussolini, B La doctrina del fascismo 1932.

El Estado fascista 
Poco a poco, Mussolini fue controlando totalmente el poder. Mantuvo la figura del rey pero la vació de autoridad. Los partidos políticos fueron disueltos (excepto el Fascista), los opositores, incluso los de su propio partido, fueron perseguidos o asesinados, se estableció la censura de prensa, se instauró la pena de muerte y se prohibió y persiguió toda actividad sindical no fascista. La radio, el cine y el teatro estaban igualmente controlados. La enseñanza en escuelas y universidades era supervisada, los maestros debían usar uniformes y se escribieron nuevos libros de textos que elogiaban al fascismo. Mussolini no toleraba huelgas ni cierres de empresas. Sostenía que el Estado debía jugar un papel de árbitro en los conflictos entre obreros y empresarios, sin embargo, éstos se negaban a aceptar las decisiones del Estado. Casi siempre, los conflictos se resolvían en contra de los obreros. En la política económica, el fascismo defendió el capitalismo pero impulsó una fuerte intervención del Estado, un proteccionismo para la industria nacional y la independencia económica de Italia. Esta política favoreció sólo a algunas grandes industrias que, como la Fiat o la de armamentos, contaban con la protección del Estado. Sin embargo, el nivel de vida de la mayoría de la población descendió en relación al de otros países europeos. El Estado fascista finalizó cuando Italia fue derrotada en la Segunda Guerra Mundial en la que combatió junto con la Alemania de Hitler. Mussolini quedó sin apoyos, fue destituido por el rey en 1943 y asesinado en 1945 por quienes habían sufrido la opresión del régimen fascista.


¿Qué significa el término “fascismo”? 
Es muy difícil definir este término porque no existió, desde su aparición, un escritor que lo explicara -como Marx lo hizo con el socialismo y el comunismo-. Pero, además, se lo suele utilizar para denominar cosas muy diferentes. Aún así, podríamos afirmar que el fascismo tal como Mussolini intentó ponerlo en práctica, tenía las siguientes características:
• Un nacionalismo extremo y, como consecuencia de ello, una política exterior agresiva que condujo a la invasión de Etiopía, en 1935, y de Albania en 1939.
• Un sistema de gobierno totalitario (el gobierno controlaba todos los aspectos de la vida de las personas y de las instituciones).
• La grandeza del Estado era más importante que los intereses del individuo.
• Un sistema político con un sólo partido y un líder o caudillo, el duce, como se lo llamaba a Mussolini. • Independencia económica (autosuficiencia o autarquía económica).
• La fuerza militar y la violencia eran parte integral del estilo de vida y la forma natural para resolver los problemas.

El Nazismo 
Mientras Mussolini gobernaba Italia, Alemania no quedó al margen de la crisis de las democracias liberales. Por el contrario, también se impuso en ese país un régimen fascista mucho más terrible que el italiano y con características particulares.
La República de Weimar
Hasta finalizar la Primera Guerra Mundial, Alemania había sido gobernada por una monarquía. Luego, y como consecuencia de la derrota, se estableció una república federal, parlamentaria y democrática, conocida como República de Weimar. En esta República, el Partido socialista alemán (SPD) era el que tenía mayor poder político: el presidente y la mayoría de los diputados eran del SPD. Los socialistas de este partido no estaban de acuerdo con una revolución similar a la que se había producido en Rusia. Pensaban que el socialismo podía alcanzarse a través de un largo proceso de reformas.
Los primeros años de gobierno de estos socialistas se caracterizaron por una gran agitación social. Obreros y soldados habían formado soviets y otro grupo de socialistas -los que luego van a fundar el Partido Comunista Alemán- proponían el camino de la revolución y el gobierno obrero. Al poco tiempo, los dirigentes de este grupo fueron asesinados por bandas armadas vinculadas a la policía sin que el gobierno hiciera nada para detenerlos. El gobierno surgido en Weimar tuvo que enfrentar, además, serios problemas económicos. El endeudamiento de guerra y la indemnización que Alemania tenía que pagar a los vencedores originaron una gran inflación que fue acompañada por una espectacular caída del valor del marco alemán. Las personas que vivían de un salario o del cobro de alquileres se arruinaron y una buena parte de las peque- ñas empresas tuvieron que cerrar, lo que provocó un aumento del desempleo. La crisis llegó a su máximo nivel a fines de 1923.
Finalmente, la situación económica logró controlarse con la ayuda de los Estados Unidos de Norteamérica, aunque los sectores medios y populares sufrieron importantes pérdidas. En los años posteriores a 1924, Alemania vivió un período de relativa estabilidad pero una crisis económica mundial en 1929 y, relacionada con ésta, la retirada de los capitales norteamericanos que estaban invertidos en Alemania, sumieron al país en una nueva crisis. El desempleo subió desmesuradamente, se pasó de un millón y medio de desocupados en 1929 a 6 millones en 1931. El partido socialista y otros partidos tradicionales comenzaron a perder apoyo. Los votantes se inclinaban por un gobierno fuerte que impusiera el orden. Esa era la propuesta del Partido nazi y su líder, Adolfo Hitler.
El ascenso de Hitler al poder En 1920, Adolfo Hitler fundó el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán (Nazi), uno de los tantos grupos de derecha y nacionalista que surgieron en la época. En sus discursos, Hitler combinaba un violento nacionalismo con doctrinas racistas, antidemocráticas y anticomunistas, culpaba a marxistas y judíos de ser los responsables de los males que padecía Alemania y exigía que se desconociera el Tratado de Versalles. En 1923, en plena crisis económica, Hitler intentó tomar el poder por medio de un golpe de Estado pero todavía no contaba con apoyo suficiente. Su plan fracasó, fue arrestado y condenado pero permaneció sólo seis meses en la cárcel. Una vez liberado, decidió reorganizar el partido para llegar al poder por la “vía legal”, es decir a través de elecciones. Sin embargo, en ese momento no tuvo éxito. Recordemos que, a partir de 1924, la economía alemana se había estabilizado gracias al aporte de capitales norteamericanos, y habían disminuido los conflictos sociales y la polarización política. En situación de cierta calma, los ciudadanos preferían votar opciones más moderadas y conocidas. Recién en 1929, cuando Alemania comenzó a sentir los efectos de la crisis que estalló en Estados Unidos, los nazis consiguieron resultados electorales importantes. Las clases medias, los campesinos arruinados y algunos obreros desesperados por el desempleo y la miseria, buscaron favorecer, por medio del voto, a quien les prometía volver a un “pasado que había sido mejor”. El Partido Nazi también contó con el apoyo económico de los dueños de la industria y las finanzas que esperaban que Hitler pudiera terminar con los reclamos obreros y el peligro que significaba para ellos el partido comunista. Por otro lado, el nacionalismo agresivo de Hitler le hizo ganar seguidores entre los militares y antiguos combatientes. Finalmente, en enero de 1933, por la cantidad de votos que obtuvieron los nazis y por el apoyo de otros partidos, Hitler fue designado canciller -una especie de jefe de gabinete- con amplios poderes.


Fuente: Historia Mundial Contemporánea. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Buenos Aires, 2007.

martes, 6 de septiembre de 2016

La Revolución Rusa

El Imperio Ruso
Mientras se desarrollaba la Primera Guerra Mundial, en el Imperio Ruso se produjo una revolución que, al igual que la Francesa, convulsionó a todo el mundo y a lo largo de todo el siglo XX.



El Imperio Ruso abarcaba un territorio extenso de casi 22 millones de kilómetros cuadrados poblado por unos 170 millones de habitantes pertenecientes a distintas nacionalidades; predominaban los eslavos (rusos, ucranianos, polacos y bielorrusos) y el resto eran turcos, judíos, finlandeses, alemanes y descendientes de mongoles.
Todos ellos debían aceptar la autoridad de un emperador o zar que ejercía su voluntad sin límite alguno pues se consideraba que su poder venía de Dios. El zar gobernaba con el apoyo del ejército, la policía, la nobleza y la Iglesia ortodoxa.
El desarrollo económico del Imperio Ruso era desparejo. Alrededor del 90% de la población se dedicaba a la agricultura, muchos eran campesinos hambrientos y semianalfabetos que cultivaban con las mismas técnicas que sus padres y abuelos. La mayoría de las tierras pertenecían a la nobleza o aristocracia rusa.
La industria había crecido desde mediados del siglo XIX, sólo en algunas ciudades como Moscú, San Petersburgo y Kiev. Con el aporte de capitales y maquinarias fundamentalmente franceses, se dedicaba a la fabricación de armamentos y material ferroviario.
La industrialización permitió el crecimiento del proletariado. En San Petersburgo, por ejemplo, los obreros representaban el 50% de la población. Entre ellos, comenzaron a tener éxito las ideas del socialismo marxista. En 1897, los socialistas habían fundado el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Lenin fue el dirigente de este partido que alcanzó más popularidad entre los obreros de las fábricas. Fue quien adaptó el marxismo a las condiciones específicas de Rusia; planteaba que para terminar con las injusticias del régimen zarista, los obreros debían hacer una revolución y construir una sociedad igualitaria, sin explotadores ni explotados. Desde fines del siglo XIX, comenzaron a desarrollarse muchos conflictos sociales debido a las malas condiciones de vida y de trabajo, a las que se sumaba la falta de libertades sindicales y políticas.

Las revoluciones de 1917: febrero y octubre
El Imperio Ruso participó en la Primera Guerra Mundial en el bando aliado, formaba parte de la Triple Entente. Pero su intervención fue desastrosa. Los alemanes derrotaron con facilidad a su ejército y ocuparon parte de su territorio. Los habitantes de las ciudades y del campo sufrieron los efectos de la guerra: las fábricas cerraban por la falta de materias primas y los campos sembrados fueron destruidos. El hambre, el desempleo y la conflictividad social aumentaron. En el ejército, el desastre militar debilitó la autoridad y provocó el descontento entre los soldados.
En toda Rusia se organizaron soviets (en ruso significa consejo) formados por delegados de soldados, obreros y campesinos que se oponían al gobierno del zar y, a través de su accionar, se fueron convirtiendo en organismos de poder y adquirieron experiencia para la lucha. Tantos años de descontento contra la opresión y las injusticias afloraron en forma explosiva.
A fines de febrero de 1917, el zar Nicolás II ordenó disparar contra una manifestación. Los soldados desobedecieron y se unieron a la multitud. Al no poder controlar la situación, el zar renunció y lo reemplazó un Gobierno Provisional. Estaba integrado por hombres que proponían reformas moderadas y lentas pero nada hicieron para mejorar la situación de la población y terminar con la guerra.
Al no ver satisfechas las principales reivindicaciones, pan, paz y tierra, el descontento popular fue en aumento. Los obreros tomaron el control de las fábricas y los campesinos se apoderaron de las tierras. Muchos soldados, cansados de los sufrimientos de la guerra, desertaron. Otros se rebelaron contra sus oficiales y también organizaron soviets.
Mientras tanto, crecía la influencia de los bolcheviques, socialistas seguidores de Lenin. Éste se fue transformando en el líder del partido y de las masas obreras. Convencido de que había llegado la hora de la revolución proletaria de la que hablara Marx, lanzó la consigna “todo el poder a los soviets”, un grito que se extendió por todo el territorio ruso. 
 Lenin, líder de la Revolución, discurso tras el triunfo.
Pocos meses después de octubre, en la noche del 24 al 25 de octubre, el Gobierno Provisional fue derrocado sin ofrecer resistencias y el Partido Bolchevique y los Soviets tomaron el poder. Al día siguiente, se formó el primer Gobierno Obrero y Campesino del mundo en el que los bolcheviques tenían mayoría. Lenin fue nombrado su presidente. 
Por primera vez en la Historia llegaban al gobierno un partido socialista y organizaciones de obreros y campesinos. No solo por esto la Revolución Rusa fue el hecho histórico más importante del siglo XX. Además, porque casi todo lo que sucedió a lo largo de ese siglo estuvo relacionado, directa o indirectamente, en apoyo u oposición, con esta revolución.

La construcción del Estado Soviético
Los bolcheviques necesitaban terminar la guerra para comenzar a construir un país socialista. Además, era la principal demanda de la población. Por este motivo, una de las primeras medidas aprobadas por el nuevo gobierno fue la firma de un tratado de paz con Alemania. Por este acuerdo los bolcheviques se vieron obligados a ceder a los alemanes un cuarto de su territorio y cantidades importantes de hierro y carbón. Sin embargo, después de la derrota de Alemania, a fines de 1918, y con los tratados de paz -que analizamos anteriormente- en gran parte de estos territorios se formaron países independientes como Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania. Otra de las medidas tomadas por el Gobierno Obrero y Campesino fue la eliminación de la propiedad privada. Las tierras ya no pertenecían a la aristocracia. El nuevo gobierno entregó la tierra a todos los ciudadanos que desearan trabajarla. La compra, venta y alquiler de la tierra así como el empleo asalariado, fueron prohibidos. Otra medida importante fue el control de los obreros sobre las empresas de más de cinco trabajadores y la nacionalización de los bancos.
Estas medidas y el tratado firmado con los alemanes despertaron el horror y la indignación de los gobiernos occidentales. Sin embargo, no se creía que el nuevo gobierno, llamado soviético sobreviviera. Se esperaba que en días o semanas fuera derrotado por el “ejército blanco”, apoyado por quienes estaban en contra de la revolución y querían la restitución del zar, entre ellos, las principales potencias occidentales. Para defenderse, el gobierno soviético organizó el “ejército rojo” integrado por obreros, soldados y campesinos que defendían la revolución. Finalmente, tras una larga guerra civil que duró entre 1917 y 1921, los “rojos” lograron vencer a los “blancos”.
A pesar del triunfo, la guerra civil dejó sus huellas. Se creó un nuevo Estado, muy centralizado en manos del Partido Bolchevique, llamado Comunista desde 1918. Se prohibieron las críticas internas y se constituyó un sistema de partido único, al que se denominó dictadura del proletariado. En materia económica, se confiscó los granos a los campesinos, una medida muy antipopular. En 1921, al finalizar la guerra civil, el panorama era desolador.
“Los principales dirigentes bolcheviques y muchos obreros habían muerto en la guerra. Además, la economía estaba paralizada y destruida; la población sufría hambre y desocupación. Hasta los principales defensores de la Revolución, los obreros fabriles, comenzaron a perder su confianza en ella. El gobierno revolucionario necesitaba estimular la producción. Para ello, aplicó una Nueva Política Económica (N.E.P.) que permitía la libertad de comercio para los pequeños productores, alentaba la producción agrícola y la fabricación de bienes de consumo como textiles, herramientas y otros. También las autoridades reorganizaron el Estado. Un congreso, al que asistieron los representantes de las diferentes zonas que integraban el ex Imperio Ruso, aprobó una constitución que establecía un sistema político federal, el respeto de las distintas nacionalidades y la igualdad entre todos los pueblos. En 1922, el Estado pasó a llamarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). El Partido Comunista controlaba todo el poder. Los resultados de la N.E.P. no fueron exitosos. En una situación de penuria económica y desocupación, la revolución sufrió una gran pérdida. En 1924, luego de una larga enfermedad, moría su principal dirigente, Vladimir Ilich Lenin. Lo sucedió José Stalin. Bajo su gobierno, la U.R.S.S. se transformaría en una gran potencia mundial.” 
Tobío, Pipkin y Scaltritti. “Siglo XX: la Argentina en América y el mundo”. Buenos Aires, Kapelusz, 1998, p. 75.

Fuente: Historia Mundial Contemporánea. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Buenos Aires, 2007.

La Revolución Rusa

El Imperio Ruso
Mientras se desarrollaba la Primera Guerra Mundial, en el Imperio Ruso se produjo una revolución que, al igual que la Francesa, convulsionó a todo el mundo y a lo largo de todo el siglo XX.



El Imperio Ruso abarcaba un territorio extenso de casi 22 millones de kilómetros cuadrados poblado por unos 170 millones de habitantes pertenecientes a distintas nacionalidades; predominaban los eslavos (rusos, ucranianos, polacos y bielorrusos) y el resto eran turcos, judíos, finlandeses, alemanes y descendientes de mongoles.
Todos ellos debían aceptar la autoridad de un emperador o zar que ejercía su voluntad sin límite alguno pues se consideraba que su poder venía de Dios. El zar gobernaba con el apoyo del ejército, la policía, la nobleza y la Iglesia ortodoxa.
El desarrollo económico del Imperio Ruso era desparejo. Alrededor del 90% de la población se dedicaba a la agricultura, muchos eran campesinos hambrientos y semianalfabetos que cultivaban con las mismas técnicas que sus padres y abuelos. La mayoría de las tierras pertenecían a la nobleza o aristocracia rusa.
La industria había crecido desde mediados del siglo XIX, sólo en algunas ciudades como Moscú, San Petersburgo y Kiev. Con el aporte de capitales y maquinarias fundamentalmente franceses, se dedicaba a la fabricación de armamentos y material ferroviario.
La industrialización permitió el crecimiento del proletariado. En San Petersburgo, por ejemplo, los obreros representaban el 50% de la población. Entre ellos, comenzaron a tener éxito las ideas del socialismo marxista. En 1897, los socialistas habían fundado el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Lenin fue el dirigente de este partido que alcanzó más popularidad entre los obreros de las fábricas. Fue quien adaptó el marxismo a las condiciones específicas de Rusia; planteaba que para terminar con las injusticias del régimen zarista, los obreros debían hacer una revolución y construir una sociedad igualitaria, sin explotadores ni explotados. Desde fines del siglo XIX, comenzaron a desarrollarse muchos conflictos sociales debido a las malas condiciones de vida y de trabajo, a las que se sumaba la falta de libertades sindicales y políticas.

Las revoluciones de 1917: febrero y octubre
El Imperio Ruso participó en la Primera Guerra Mundial en el bando aliado, formaba parte de la Triple Entente. Pero su intervención fue desastrosa. Los alemanes derrotaron con facilidad a su ejército y ocuparon parte de su territorio. Los habitantes de las ciudades y del campo sufrieron los efectos de la guerra: las fábricas cerraban por la falta de materias primas y los campos sembrados fueron destruidos. El hambre, el desempleo y la conflictividad social aumentaron. En el ejército, el desastre militar debilitó la autoridad y provocó el descontento entre los soldados.
En toda Rusia se organizaron soviets (en ruso significa consejo) formados por delegados de soldados, obreros y campesinos que se oponían al gobierno del zar y, a través de su accionar, se fueron convirtiendo en organismos de poder y adquirieron experiencia para la lucha. Tantos años de descontento contra la opresión y las injusticias afloraron en forma explosiva.
A fines de febrero de 1917, el zar Nicolás II ordenó disparar contra una manifestación. Los soldados desobedecieron y se unieron a la multitud. Al no poder controlar la situación, el zar renunció y lo reemplazó un Gobierno Provisional. Estaba integrado por hombres que proponían reformas moderadas y lentas pero nada hicieron para mejorar la situación de la población y terminar con la guerra.
Al no ver satisfechas las principales reivindicaciones, pan, paz y tierra, el descontento popular fue en aumento. Los obreros tomaron el control de las fábricas y los campesinos se apoderaron de las tierras. Muchos soldados, cansados de los sufrimientos de la guerra, desertaron. Otros se rebelaron contra sus oficiales y también organizaron soviets.
Mientras tanto, crecía la influencia de los bolcheviques, socialistas seguidores de Lenin. Éste se fue transformando en el líder del partido y de las masas obreras. Convencido de que había llegado la hora de la revolución proletaria de la que hablara Marx, lanzó la consigna “todo el poder a los soviets”, un grito que se extendió por todo el territorio ruso. 
 Lenin, líder de la Revolución, discurso tras el triunfo.
Pocos meses después de octubre, en la noche del 24 al 25 de octubre, el Gobierno Provisional fue derrocado sin ofrecer resistencias y el Partido Bolchevique y los Soviets tomaron el poder. Al día siguiente, se formó el primer Gobierno Obrero y Campesino del mundo en el que los bolcheviques tenían mayoría. Lenin fue nombrado su presidente. 
Por primera vez en la Historia llegaban al gobierno un partido socialista y organizaciones de obreros y campesinos. No solo por esto la Revolución Rusa fue el hecho histórico más importante del siglo XX. Además, porque casi todo lo que sucedió a lo largo de ese siglo estuvo relacionado, directa o indirectamente, en apoyo u oposición, con esta revolución.

La construcción del Estado Soviético
Los bolcheviques necesitaban terminar la guerra para comenzar a construir un país socialista. Además, era la principal demanda de la población. Por este motivo, una de las primeras medidas aprobadas por el nuevo gobierno fue la firma de un tratado de paz con Alemania. Por este acuerdo los bolcheviques se vieron obligados a ceder a los alemanes un cuarto de su territorio y cantidades importantes de hierro y carbón. Sin embargo, después de la derrota de Alemania, a fines de 1918, y con los tratados de paz -que analizamos anteriormente- en gran parte de estos territorios se formaron países independientes como Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania. Otra de las medidas tomadas por el Gobierno Obrero y Campesino fue la eliminación de la propiedad privada. Las tierras ya no pertenecían a la aristocracia. El nuevo gobierno entregó la tierra a todos los ciudadanos que desearan trabajarla. La compra, venta y alquiler de la tierra así como el empleo asalariado, fueron prohibidos. Otra medida importante fue el control de los obreros sobre las empresas de más de cinco trabajadores y la nacionalización de los bancos.
Estas medidas y el tratado firmado con los alemanes despertaron el horror y la indignación de los gobiernos occidentales. Sin embargo, no se creía que el nuevo gobierno, llamado soviético sobreviviera. Se esperaba que en días o semanas fuera derrotado por el “ejército blanco”, apoyado por quienes estaban en contra de la revolución y querían la restitución del zar, entre ellos, las principales potencias occidentales. Para defenderse, el gobierno soviético organizó el “ejército rojo” integrado por obreros, soldados y campesinos que defendían la revolución. Finalmente, tras una larga guerra civil que duró entre 1917 y 1921, los “rojos” lograron vencer a los “blancos”.
A pesar del triunfo, la guerra civil dejó sus huellas. Se creó un nuevo Estado, muy centralizado en manos del Partido Bolchevique, llamado Comunista desde 1918. Se prohibieron las críticas internas y se constituyó un sistema de partido único, al que se denominó dictadura del proletariado. En materia económica, se confiscó los granos a los campesinos, una medida muy antipopular. En 1921, al finalizar la guerra civil, el panorama era desolador.
“Los principales dirigentes bolcheviques y muchos obreros habían muerto en la guerra. Además, la economía estaba paralizada y destruida; la población sufría hambre y desocupación. Hasta los principales defensores de la Revolución, los obreros fabriles, comenzaron a perder su confianza en ella. El gobierno revolucionario necesitaba estimular la producción. Para ello, aplicó una Nueva Política Económica (N.E.P.) que permitía la libertad de comercio para los pequeños productores, alentaba la producción agrícola y la fabricación de bienes de consumo como textiles, herramientas y otros. También las autoridades reorganizaron el Estado. Un congreso, al que asistieron los representantes de las diferentes zonas que integraban el ex Imperio Ruso, aprobó una constitución que establecía un sistema político federal, el respeto de las distintas nacionalidades y la igualdad entre todos los pueblos. En 1922, el Estado pasó a llamarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). El Partido Comunista controlaba todo el poder. Los resultados de la N.E.P. no fueron exitosos. En una situación de penuria económica y desocupación, la revolución sufrió una gran pérdida. En 1924, luego de una larga enfermedad, moría su principal dirigente, Vladimir Ilich Lenin. Lo sucedió José Stalin. Bajo su gobierno, la U.R.S.S. se transformaría en una gran potencia mundial.” 
Tobío, Pipkin y Scaltritti. “Siglo XX: la Argentina en América y el mundo”. Buenos Aires, Kapelusz, 1998, p. 75.

Fuente: Historia Mundial Contemporánea. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Buenos Aires, 2007.